El Diario o el final de un camino: Cuando el cambio tecnológico y el venderse a la política no perdonan

Dos protagonistas de la caída de El Diario
Dos protagonistas de la caída de El Diario
No hay nadie que no sepa del gran proceso de trasformación que están sufriendo los medios de comunicación. El cambio tecnológico ha terminado con muchos paradigmas y ha señalado el final de muchas de las que se podrían denominar "vacas sagradas". Este proceso ha sido mucho más evidente entre los medios gráficos, pero también está teniendo su impacto sobre el mercado radiofónico y televisivo. La irrupción de internet y la aparición de plataformas digitales que compiten – y con éxito según parece- con otras voces más tradicionales, está reconfigurando el mapa de los medios de comunicación en el mundo, en nuestro país, en nuestra provincia, y en muchas de nuestras comunidades.

Por Rubén Denis

En Entre Ríos, tamaña evolución está dejando también muertos y heridos en el camino. Muchos de los medios gráficos más tradicionales han desaparecido, y los que no se han sabido reconvertir -en la mayoría de los casos- han prolongado su agonía transformándose en voceros informales del poder político de turno. El viejo dicho de "adaptarse o morir" no puede aplicarse mejor al triste caso de la hoja paranaense El Diario, decano de la prensa provincial. Lamentablemente, este medio histórico se salteó unas cuantas etapas en su lucha por sobrevivir -tal vez las más dignas-, cuando debió haber apelado al apoyo comercial de la comunidad y al de lectores agradecidos por su compromiso con la libertad de expresión y la calidad de su información. De buenas a primera, el poder político, a través de advenedizos del ex gobernador Urribarri, logró hacerse de su control y a partir de allí perdió brújula, rumbo y dirección. Se convirtió en un estandarte del poder político, y, como la ciudadanía no es tonta, con su credibilidad en tela de juicio, le dio inmediatamente la espalda.

Desde entonces, la debacle ha sido continua y casi inexorable. Perdió trascendencia y relevancia frente a otros que disimularon mejor su dependencia respecto del mandamás de turno, y pasó a ser visto como poco más que un pasquín del poder. Pedro Báez y sus testaferros, hoy ausentes sin aviso, se aseguraron así que la prestigiosa y muy fuerte marca El Diario se hundiera para siempre. Hoy es solo eso, una marca gastada que rememora a tiempos más gloriosos, cuando el periodismo se ejercía con dignidad y sin responder a los designios de la política. Y si el medio tenía posiciones tomadas, levantaba esas banderas de manera clara y honesta, nunca de forma embozada y cínica.

El Diario hoy es apenas una sombra de lo que fue. Quebrado económica y financieramente, es increíble que todavía pague, aunque sea a cuentagotas, los sueldos de ciento treinta trabajadores, entre periodistas, administrativos y gráficos. Cualquier otra empresa en situación parecida ya hace rato que hubiera cerrado sus puertas y despedido e indemnizado a sus trabajadores. Tal vez gracias a ese esplendor pasado es que se ha podido mantener esta escenografía de ficción. Tanto el gobierno provincial, como el de la ciudad de Paraná, se han encargado de volcar recursos millonarios mes a mes para sostener lo insostenible, en un accionar que no ha tenido ni tiene ningún tipo de justificación. ¿Qué sentido tiene drenar decenas de millones de pesos de los contribuyentes -cuando son tantas las urgencias- en un medio que ya muy pocos leen? El medio ha sido ofrecido a la venta una y otra vez -y hasta fecha muy reciente- a distintos grupos de empresarios sin demasiado éxito, precisamente porque ni Bordet, ni Varisco, ni tampoco Frigerio, pueden prometer que ese caudal cuantioso de fondos públicos pueda prolongarse en el tiempo. Así no hay nadie que se le anime.

En el medio quedan los esfuerzos y reclamos de sus trabajadores bregando para que este capítulo de la historia entrerriana no se cierre, no importa el precio. Algunos de los integrantes de la plantilla, sobre todo la gente de la redacción, han buscado refugio en otra parte, y hoy reparten su tiempo entre su empleo de siempre y otro en algunos de los medios digitales competidores de Paraná. Otros, hicieron y continúan haciendo valer su poder de lobby tratando de comprometer cualquier apoyo político que les dé posibilidades ciertas de sobrevida. El último intento, fútil e inentendible, es de esta semana y viene de la mano del bloque de Cambiemos en Diputados, donde se presentó un proyecto de resolución para declarar de interés social y cultural a El Diario.

En un tiempo donde algunos de los medios gráficos más tradicionales del mundo no han podido o no han sabido adaptarse al cambio, resulta llamativo este prolongado y aparentemente estéril esfuerzo al que se suma la política. Es muy triste que ciento treinta familias tengan que vivir una situación como esta, pero es más que obvio que este emprendimiento periodístico ya no tiene viabilidad, por lo menos no en la forma que lo conocemos. Diarios aun rentables como La Nación y Clarín, ambos con alcance nacional y de gran tirada, trabajan con dotaciones no mucho más importantes que la de El Diario. Y Clarín -por ejemplo- lleva adelante un plan permanente de retiro voluntario. En su lucha por vivir para pelear otro día más, los diarios regionales más chicos u otros diarios locales han impulsado planes ambiciosos de racionalización y hoy se manejan con grupos de trabajo mucho más reducidos. En muchos de ellos, la política todavía mete la cola, ofreciendo un financiamiento que, como todos sabemos, no es gratis y que es también el beso de la muerte, como fue el caso de El Diario.

Durante muchísimo tiempo, El Diario fue un faro de libertad de expresión y de institucionalidad. Imposible olvidarse de su canto de guerra "Institucionalizar el país", que lució orgulloso y siempre desde su portada. Pero como las sociedades cambian y evolucionan, es de esperar que hayan algunos otros que puedan tomar ese vacío que hoy ya existe. Son varios los que supieron ver venir el cambio y se adaptaron a tiempo, y ahora está precisamente en ellos el saber resistir a las presiones y a los cantos de sirena de la política para seguir marcando un camino que necesita de independencia, opinión objetiva, rigurosidad periodística, y pluralidad de voces. Difícil, casi imposible eso de tapar el sol con la mano, el tiempo parece haber llegado para que otros alcen esas banderas.
Fuente: El Entre Ríos (Edición Impresa)

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