En la espera, el tiempo se padece
Las máquinas venían a aliviar el suplicio de las colas, pero quizá lo han agravado; son, a veces, una muralla que se alza ante el cliente. Publicado en La Nación / Escribe Emilse Pizarro / 15 de abril de 2018 ¿Cliente o no cliente? Así, sin más, pregunta la máquina a pocos metros de la puerta de entrada. Este es nuestro primer contacto. Soy cliente, claro. Le dejo dinero al banco por hacer nada: yo misma transfiero desde mi cuenta a otras cuentas y entre las mías. Yo deposito mis pesos y le doy mis datos a quienes deben depositarme. Es mi sueldo el que se acredita allí y quién sabe qué hacen con ese dinero. Soy yo quien deposita los cheques en el cajero automático y es el banco el que se queda con un porcentaje. Que no es el banco, me dirán los amantes de los detalles. Bueno, uno hace lo que puede y en esas reducidas posibilidades se odia a lo más próximo. Que sí, que sí, que soy cliente. Tipeo mi documento nacional de identidad y la máquina...