Fin de año: lo que no cierra

Judith Savloff (Clarín)

Fin de año está en el calendario, sí, pero sobre todo está en las cosas supuestamente pequeñas. En el semáforo que tarda un poco más, en el barcito del barrio donde ya no se pregunta “¿lo de siempre?” y en el cansancio que se nota en la forma de caminar de la gente. Como diría Cortázar, el tiempo no se puede guardar en los bolsillos y diciembre se empeña en subrayarlo de forma permanente.

Es raro este mes. Acelerado y espeso al mismo tiempo. Llenamos la vida con listas. Todo es urgente: regalar, brindar, cerrar ciclos.

Cesare Pavese decía que el hábito es un poderoso anestésico. Quizá por eso fin de año, sino incomoda, duele: interrumpe la costumbre. Y la ansiedad nunca dejará que nada, ni la propia ansiedad típica del fin de año, la reemplace para que lo atemperemos.

Además, está lo obvio: se hacen balances. Un repaso, voluntario y no, de logros, errores y ausencias.

Como sea, en todos lados se habla de cerrar. Cerrar proyectos, cerrar etapas, cerrar el año. Pero la realidad no es prolija. Muchas cosas quedan abiertas: conflictos, duelos, preguntas.

Y el año que se va no se lleva todo. El final está en el comienzo y, sin embargo, se sigue. Tal vez en esa idea-maravilla esté la clave para salir del limbo en que nos metemos para estas fechas.

Limbo porque fin de año, más que un desenlace, representa un umbral. Una puerta entreabierta que prácticamente nadie cruza del todo seguro.

De todas maneras, la esperanza es tan terca como el acelere de diciembre. Insiste. No necesariamente la que promete grandes cambios sino la que se construye con lo posible. Retomar. Empezar. Sostener, amorosamente, lo que queda.

El clima del fin de año no transforma la realidad. Pero la ilumina de otra manera. Ordena y desordena, y desespera. Pero, en realidad, todo comienzo propone una continuación, acá seguimos, y con eso basta y sobra para brindar.

Por otro lado, la Ciudad de Buenos Aires suele amanecer distinta en Año Nuevo. Hay algo en el aire, en esa mezcla que en general incluye calor, promesas y silencios, que hace que murmure en vez de gritar.

La llegada de respuestas junto al año nuevo es excepcional. En general, vuelven las preguntas o arriban nuevas, aunque sin la necesidad de alguna contestación imperiosa. Recién abrimos. Qué vamos a cerrar.

Dice una amiga: si no te pasó nada grave, es como si te dieras cuenta de que corriste un mueble y quedó una marca en la pared.

Ya con el sol pegando latigazos contra el asfalto, Buenos Aires de primero de año vuelve a ponerse en marcha, cargando expectativas. Como quien guarda una carta en el bolsillo, lista para abrir cuando llegue el momento. Como si Cortázar hubiera estado equivocado. Como si se pudiera guardar un poquito de tiempo.

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