“Algunos conductores viejos se disfrazan de jóvenes”

A los 80, sigue al aire y no piensa en retirarse. Rechaza el streaming y reivindica su estilo de bajo perfil.

Me llevo mal con el ‘streaming’. La radio tiene una intimidad y no hay que vulnerarla. El ‘streaming’ te esclaviza a la imagen”.


Con la TV Pública, el Gobierno está en una gran improvisación. Con Télam también: si hay ñoquis, eso no se arregla cerrándola”.


JUANO TESONE
Emocional. “Me tildan de llorón porque muestro mis emociones al aire sin ningún pudor”, dice.


Heredero de una tradición radial inconfundible y fundacional, cuando se acerca nos envuelve en su carisma reconocido, familiar. Dueño de una imagen y una voz que nos acompaña desde siempre, Fernando Bravo nos citó en la zona del Golf Club de Palermo y posa junto al lago. Hace pocos días cumplió 80 años y es la primera entrevista que da inaugurando esta nueva década de su vida.


“Estás entrevistando a un octogenario”, dice bromeando. Y agrega: “Lo de la edad me lo tomo con tranquilidad, no estoy en un estado de desesperación. Hay que entender que la vida y los años pasan. Me apoyo en cómo estoy, más que en el almanaque”.


Y se lo ve bárbaro. Vital y vigente. Su programa de radio en Continental (Bravo Continental, AM 590, de lunes a viernes de 13 a 17) transita la temporada número 15.


“Algo que me ha ayudado es mirar mi carrera con plazos cortos. Siempre hice lo que el cuerpo me pedía, lo que las circunstancias me ofrecían, y lo que las posibilidades personales me permitían. Nunca fantaseé con el largo plazo. Empecé a trabajar en 1969, a los 25 años, y nunca me planteé hasta qué edad trabajar. Alguna vez pude pensar:


‘Trabajo hasta los 70’... Pero después te sentís con posibilidades y empezás a estirar los plazos. No imagino el momento de mi retiro. Voy resolviendo sobre la marcha: si hay una curva doblo; si hay una recta, acelero”, afirma el conductor nacido en San Pedro, que se graduó de locutor en el ISER, trabajó en Radio Rivadavia, Mitre, Belgrano, Del Plata y Nacional, y ganó varios Martín Fierro.


-¿Sos un nostálgico, de los que cree que los medios en el pasado eran mejores?


-Cuando empecé a hacer radio se escuchaba a 200 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires. Y no más. Y ahora tenés un oyente en tiempo real desde Copenhague. Las señales de streaming o YouTube, vinculadas a gente que tienen emprendimientos más chicos, tienen una repercusión enorme. Pero desde el punto de vista temático, todo es un reflejo de cada tiempo. En muchos casos, los medios no han preservado el manejo del lenguaje en la comunicación.


-¿Por qué?


-Me chocan cosas que suelo escuchar en comunicadores prestigiosos, siento que se desdibujan haciendo eso. Que no se cuidan. Pero cada uno maneja el vehículo como siente que tiene que manejarlo.


-¿Te molesta que cada vez más radios transmitan a través del streaming?


-Me llevo mal con eso. Veo que hay gente que le da tanta importancia que se preparan como si fueran a hacer televisión en vez de radio. En ese sentido, jamás me preocupé si estaba barbudo, con una remera de entrecasa, o si iba en bermudas. La radio para mí es otra cosa.


-Sos de los que piensan que la magia de la radio es que no haya imagen como en la TV...


-No me gusta, y me parece que es una invasión. La radio tiene una intimidad y no hay que vulnerarla. Lamentablemente me tengo que adecuar a los códigos o comportamientos de todas las radios, que sienten que a través del streaming logran mayor audiencia.


-¿Y es así?


-No lo sé, pero una de las cosas que sé es que la radio no te esclaviza, y con el streaming te esclavizás. Porque finalmente te tenés que quedar a verlo en un determinado lugar. La gente siempre decía que tenía una radio en la cocina, otra en el living, o la escucha en el auto… Con el streaming te tenés que quedar frente a la imagen.


Bravo debutó en televisión el 6 de marzo de 1969 en La campana de cristal, emblemático programa producido por Nelly Raymond. Más tarde haría Alta tensión, Show fantástico y El precio justo, entre otros programas. Además fue conductor del inicio de la transmisión en colores desde la televisión estatal, el 1ro. de mayo de 1980. En los ‘90 condujo otro éxito: Siglo XX Cambalache, junto a Teté Coustarot. Hoy, se puede decir que a la TV “le escapa”.


-¿Por qué le dijiste adiós a la tele?


-Hoy por hoy no me veo haciendo tele, no veo en qué lugar ponerme. Hay un ritmo, un lenguaje y una temática con los que no me siento identificado. Cuando a veces voy de invitado a algún programa, no me siento en ambientes amables para conmigo. De pronto tengo que resolver en 10 segundos algo que a lo mejor en la radio me lleva 20 minutos. A Alfredo Leuco le decía que llegás a la televisión y te empiezan a patear penales: “¿Qué opinás del país?”; ¿Cómo lo ves a Milei?”


-Tenés que responder rápido, si no parece que estás aburriendo.


-Exactamente, por eso dejé la tele hace algunos años. Lo último que hice fue en el dos mil y pico.


-Vos hacés un culto de ser fiel a tu estilo, ¿en qué tuviste que aggiornarte para seguir vigente?


-Trato de no traicionarme. Puedo andar por la vida con códigos actuales sin desdibujarme de los 80 años que tengo. Veo algunos conductores viejos que por el solo hecho de aggionarse insultan al aire, usan un vocabulario que utilizaría un pibe de 25 años. Se están disfrazando de jóvenes, es algo forzado. Yo conservo mis códigos de comunicación, aunque me acomodé a los nuevos tiempos de una manera natural. Cuando empecé, en la tele era imposible no usar corbata, y hoy por hoy es algo casi ridículo. Como metáfora, yo también me saqué la corbata para otras cosas.


-En la radio, ¿qué sería haberse “sacado la corbata”?


-Usar un lenguaje más suelto, lejos de formulismos y parámetros de comunicación establecidos. A muchos conductores de otras generaciones no se les conocían las emociones, eran como de yeso. Y a mí me tildan de llorón porque muestro mis emociones al aire sin ningún pudor. Sacarnos la corbata es ser menos formales en el trato con los compañeros, hablar con los oyentes de forma espontánea.


Desde hace unos años, Bravo también se convirtió en un referente al sentar su posición política y mostrarse crítico frente a cuestiones sociales y económicas.


“La Argentina atraviesa un tiempo peligroso.


Quisiera pensar que la masiva marcha que se hizo será un punto de quiebre en el cerrado pensamiento del gobierno actual. Hay una obsesión por tratar de vencer el déficit, como si esa fuese la única receta para que esta sociedad comience a recuperarse. Pero se olvidan de que hay un padecimiento social muy grande”, afirma.


Y agrega: “La marcha, vista desde el punto de vista universitario, fue muy importante. Si después hubo algunos colados que también fueron responsables de la debacle económica, creo que la gente esas cosas también las debe detectar.”


-¿Qué opinás de la política que implementa el gobierno frente a los medios públicos?


-Con el tema de la TV Pública están en el medio de una enorme improvisación. Con Télam también.


-El gobierno afirma que hay muchos “ñoquis”...


-Es harina de otro costal. Si ocurre eso, hay que corregirlo. Pero no se arregla erradicando la agencia.


-¿Qué te pareció la polémica que se generó entre el gobierno y Jorge Lanata? (El periodista demandó a Javier Milei, quien lo acusó de “recibir sobres y mentir”).


-Lo que dijo Lanata es algo que yo también podría haber dicho. Que un embajador de Israel no debería haber participado de una reunión de gabinete. En un primer momento fue vendido de esa manera. Después se retrocedió y dieron otra explicación de lo sucedido. La reacción del presidente de llamar a Lanata “ensobrado” es no reconocer su trayectoria.


-¿Creés que hoy hay periodistas “ensobrados”?


-Yo veo que hay periodistas que hoy por hoy tienen una relación más estrecha con el Presidente. Y a veces cuando uno los observa están, de alguna manera, disimulando una crítica o haciéndola de una manera muy light. Es probable que haya una coincidencia de ideas, o un deseo de que le vaya bien, y todos queremos que a nuestros gobernantes les vaya bien. Pero la primera actitud del periodismo es criticar, no adular.


Cuando no está frente a un micrófono, Bravo disfruta del cine, el teatro, de andar en bici y de ver mucho deporte en TV. “Si no hubiese sido lo que soy, hubiera sido periodista deportivo”, confiesa quien está en pareja desde 1994 con Andrea Montaldo, a quien conoció en su programa Con ustedes (Radio Del Plata), donde ella se desempeñó como panelista.


Antes había estado casado con la cantante Silvana Di Lorenzo, con quien tuvo tres hijos: Nani, que vive en los Estados Unidos, trabaja en una empresa estadounidense y tiene 40 años; Luli, que vive en Bahía Blanca y tiene 43 años; y Nati, de 46 años, gerenta de una empresa.


En muchos medios publicaron que Fernando adoptó a una adolescente en 2021, pero él aclara que no fue una adopción. “Nosotros somos padrinos de Nadia, que vivía en un hogar, y cuando llegó a la mayoría de edad, con mi mujer la incluimos como una persona más de la familia. Ella tiene su propia familia, y con ella somos ‘familia del corazón’”.


Y luego comenta que tiene muchos ahijados más, y que todos participaron del festejo de su cumpleaños 80 el sábado 20 de abril en San Pedro. “Nos sacamos fotos todos juntos”, comenta orgulloso el icónico conductor que además tiene cinco nietos: Santiago (18), Sofía (13), Sebastián (12), Nico (11) y Julita (3). “El abuelazgo me pega bien”, agrega.


-Un cliché muy frecuente es hacer balances de la vida y la carrera, sobre todo cuando se llega a determinada edad: ¿qué conclusión sacás de Fernando Bravo? ¿Qué impronta le aportó y le sigue aportando a los medios de comunicación?


-No sé cómo se va a escribir la historia cuando ya no esté. Esta carrera me llevó de la mano por la vida. Le di al medio lo que sentí que debía darle: mis ganas de ser útil. La radio es un servicio público, por lo que uno tiene que tener el concepto claro de que se trabaja para servir. Yo trabajé siempre con humildad, trato de tener un perfil bajo. Me hace notorio lo que hago, pero no porque yo me proponga ser una estrella.


-La gente permanentemente te demuestra mucho cariño.


-Sí. Lo agradezco, porque es un combustible. Trato siempre de no traicionarme, de no traicionar mis principios profesionales y de la vida. Me respeto a mí mismo. No quiero engañarme ni engañar.


-¿Hay algún sueño como profesional y como hombre que te falte cumplir?


-Como profesional pude hacer todo lo que se me cruzó. Mi idea sigue siendo hacer el próximo programa como si fuera el primero y, también, como si fuera el último. Con esa entrega. Y como hombre, sueño con seguir viendo crecer a mis hijos y nietos. Hasta que Dios quiera.

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